Los recuerdos son lo que nos configuran como persona, lo que nos da una línea temporal y nos une a los demás... somos lo que recordamos que somos. Estos días he intentado recordar cosas de mi infancia, y no son muchos los recuerdos que consigo atrapar. Creo que las vivencias que configuran mi historia personal forman la trama de mi personalidad pero no siempre quedan encapsuladas como recuerdo, como imagen en la memoria... y no sé por qué.
Uno de esos recuerdos que he recuperado me sitúa en mi infancia, 5 o 6 años. Un verano, en un pueblo de Armería, donde íbamos a veranear todos los años. Estamos comiendo en el comedor de la casa de huéspedes o fonda, no llegaba a hotel, y no recuerdo que nunca hubiera demasiada gente alojada salvo mi familia. Estamos en el comedor, en un día caluroso, soleado... El comedor tiene dos grandes balcones por los que se inunda de sol. Yo he pedido un plato de pescado, Emperador, que no como nunca en Barcelona y que asocio íntimamente a las vacaciones... Estoy con mis abuelos, mi tía y mis padres.
Hoy han muerto muchos de ellos.. primero mi abuela, luego mi tía.. y por último mi abuelo. La muerte nos saca del territorio del presente y nos convierte en pasado y, tal vez, en un recuerdo que poco a poco se va perdiendo, difuminando...