martes, 21 de agosto de 2007

Kavafis en la orilla


Hoy he tenido un momento de espontánea felicidad. He ido a pasear al parque fluvial del río Besós. Cuando he llegado, el sol de la tarde caía oblicuo sobre el río, y convertía el agua en una especie de espejo de feria, abombado y ridículo pero con el encanto de los reflejos deformes. La hierba de la orilla olía a recién regada... he paseado un rato y he sentido una sensación de alegría, un chispazo de felicidad... Poco a poco la tarde ha cambiado, las nubes de tormenta se han acercado rápidamente y a lo lejos se veía caer algún que otro rayo... Me he sentado un rato a disfrutar del movimiento de las oscuras nubes que han cubierto todo el cielo ocultando el sol y convirtiendo el paisaje en escenario, hasta que han comenzado a caer negros goterones de lluvia. Durante un rato, he permanecido bajo la lluvia... disfrutando del frescor, de olor de esa lluvia de otoño temprano que aún no es pero que poco a poco se anuncia.

Me he acercado a la orilla, mientras me resbalan lágrimas ajenas por las mejillas y en ese momento he recordado un poema que leí hace muchos años, en la adolescencia... un poema de Kavafis cuyos últimos versos dicen:

La ciudad irá tras ti. Por las calles vagarás,
por las mismas. Y en los mismos barrios envejecerás;
y en estas mismas casas irás empalideciéndote.
Siempre arribarás a esta ciudad. A otra parte -no esperes-
no hay barco para ti, no hay camino.
Así como tu vida la arruinaste aquí
en este rincón reducido, en toda la tierra la destruiste

Y en ese momento, justo en ese momento he pensado que la felicidad, la capacidad de tener esos momentos de irracional felicidad está dentro de nosotros... Muchas veces creemos que los demás nos aportarán lo que nos falta, que nos harán felices, que resolverán nuestra vida, nuestros problemas... pero la ciudad va dentro de nosotros mismos, no sirve de nada buscar otra ciudad, otros amigos... otra pareja, si no somos capaces de crear esos momentos de luz mágica, de conexión con lo que nos rodea.

Es evidente que no es lo mismo compartir ciertas cosas con unas personas u otras, que no conectamos de igual forma con determinadas personas... que el amor nos transfigura.. sí, claro... pero no nos cambia... Lo único que podemos hacer es compartir nuestro cielo o nuestro infierno con los demás.. y sólo nosotros, únicamente nosotros tenemos la llave para superar nuestros miedos y crecer... nadie nos salvará si no nos salvamos nosotros...

El resto, es compartir y ofrecer felicidad o arrastrar a nuestra ciudad arruinada... si sabemos como crearla... no esperemos que nadie lo haga por nosotros...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estar en una orilla y mirar hacia la otra,nos atrae, no sabemos por que, y nos proponemos pasar, pues pensamos que en la otra orilla está la felicidad. Pero en medio está el rio que hay que atravesar. Sus aguas, aparentemente mansas, esconden el misterio de lo desconocido y en el horizonte se vislumbra lo oscuro, la tormenta que puede descargar y hacer que el caudal del rio suba: hay que saber nadar para poder después volver a nuestra orilla. Es un reto y queremos emprenderlo con ilusión y felicidad sin pensar en las verdaderas consecuencias que esto pueda comportar.Esto veo en tu escrito. Hay que ser "muyignorante" para tener el valor de publicar algo tan personal y con tanta carga emocional.No es facil trasmitir los sentimientos y en ocasiones hay que utilizar la metáfora para que estos afloren: "mientras me resbalan lagrimas ajenas por las mejillas": sublime, bonito, muy bonito. La verdadera felicidad, tú lo dices, va con nosotros: "no sirve de nada buscar...." ¿los cambios en la otra orilla?
A traves de tu blog he sabido del tio este, el poeta: kavalis
Me llama la atención de que fue admirado por Luis Cernuda, nuestro poeta del 27, al cual yo admiro. Como también admiro a quien, como tú,intenta afronta los problemas con ánimo de encontrar la solución más adecuada. Como dice la de la foto: un abrazo