lunes, 27 de agosto de 2007

Lacrimae


La niebla condensa gotas de humedad sobre mi rostro.... ¿cómo las distinguiré de mis lágrimas?
tal vez las lágrimas tengan el dulzor de mi sangre, llenas de pequeños átomos de mi cuerpo, fragmentos de todo el dolor que recorre mis venas, de todos los momentos de placer... lágrimas impregnadas de visiones, de recuerdos que se disuelven dentro de mí, viajando lentamente por mi rostro...
la neblinosa humedad adquiere una dimensión de frialdad al acariciar mi piel, acompaña en paralelo a cualquier lágrima que surge inesperada.
No soy más que un hombre en la niebla, como muchos otros, como tantos que lloran en esta sucia ciudad.

domingo, 26 de agosto de 2007

Alma


Hay veces que sabes que ese hueco que notas es real, que existe. No sabes cómo llenarlo, y es posible que no lo quieras llenar con más materia de la que de la que obscuramente participa tu alma.... pero adivinas que falta algo... es como si por el rabillo del ojo, en esa zona donde nunca acabas de adivinar en que punto acaba la percepción real y dónde empieza la percepción de lo imaginario, si no es que toda percepción no está teñida de irrealidad, intuyes una verdad, que al mirarla de frente se nos vuelve huidiza... y sigues sabiendo que falta algo, que esto no puede ser todo lo que hay.... no puede serlo....

viernes, 24 de agosto de 2007

Pecados


A veces, muchas veces pecamos... son pecados ateos, alejados de la religión, ajenos a cualquier dios. Pecamos cuando se nos escapa la vida, cuando dejamos que se escurra como arena fina entre nuestros dedos. Pecamos cuando no somos capaces de enfrentarnos a nuestros miedos, a nuestros temores... pecamos cuando el tiempo nos impide vivir el tiempo.


Yo he pecado muchas veces... y he deseado el perdón... he deseado la confesión liberadora, el tiempo del verbo redimido...


Algún día seré polvo... fino polvo... oscuro polvo... Pienso en la inmensidad del tiempo en que yo no he sido... y la inmensidad del tiempo en que ya no seré... y no puedo hacer otra cosa que preguntarme, si, de alguna forma, en algún lugar alguien volverá a darle cuerda al mundo, alguien volverá a iniciar el juego, y si yo, polvo redimido volveré a pecar.

martes, 21 de agosto de 2007

Kavafis en la orilla


Hoy he tenido un momento de espontánea felicidad. He ido a pasear al parque fluvial del río Besós. Cuando he llegado, el sol de la tarde caía oblicuo sobre el río, y convertía el agua en una especie de espejo de feria, abombado y ridículo pero con el encanto de los reflejos deformes. La hierba de la orilla olía a recién regada... he paseado un rato y he sentido una sensación de alegría, un chispazo de felicidad... Poco a poco la tarde ha cambiado, las nubes de tormenta se han acercado rápidamente y a lo lejos se veía caer algún que otro rayo... Me he sentado un rato a disfrutar del movimiento de las oscuras nubes que han cubierto todo el cielo ocultando el sol y convirtiendo el paisaje en escenario, hasta que han comenzado a caer negros goterones de lluvia. Durante un rato, he permanecido bajo la lluvia... disfrutando del frescor, de olor de esa lluvia de otoño temprano que aún no es pero que poco a poco se anuncia.

Me he acercado a la orilla, mientras me resbalan lágrimas ajenas por las mejillas y en ese momento he recordado un poema que leí hace muchos años, en la adolescencia... un poema de Kavafis cuyos últimos versos dicen:

La ciudad irá tras ti. Por las calles vagarás,
por las mismas. Y en los mismos barrios envejecerás;
y en estas mismas casas irás empalideciéndote.
Siempre arribarás a esta ciudad. A otra parte -no esperes-
no hay barco para ti, no hay camino.
Así como tu vida la arruinaste aquí
en este rincón reducido, en toda la tierra la destruiste

Y en ese momento, justo en ese momento he pensado que la felicidad, la capacidad de tener esos momentos de irracional felicidad está dentro de nosotros... Muchas veces creemos que los demás nos aportarán lo que nos falta, que nos harán felices, que resolverán nuestra vida, nuestros problemas... pero la ciudad va dentro de nosotros mismos, no sirve de nada buscar otra ciudad, otros amigos... otra pareja, si no somos capaces de crear esos momentos de luz mágica, de conexión con lo que nos rodea.

Es evidente que no es lo mismo compartir ciertas cosas con unas personas u otras, que no conectamos de igual forma con determinadas personas... que el amor nos transfigura.. sí, claro... pero no nos cambia... Lo único que podemos hacer es compartir nuestro cielo o nuestro infierno con los demás.. y sólo nosotros, únicamente nosotros tenemos la llave para superar nuestros miedos y crecer... nadie nos salvará si no nos salvamos nosotros...

El resto, es compartir y ofrecer felicidad o arrastrar a nuestra ciudad arruinada... si sabemos como crearla... no esperemos que nadie lo haga por nosotros...

El mar que nos lleva....


Sentado, en la orilla... observo atentamente las olas... vienen... van... tópicos que siempre surgen cuando estas sentado en la orilla de la playa... Pienso en los tópicos. ¿Qué es un tópico? una expresión trivial muy utilizada... y de alguna forma eso me remite a antigua sabiduría. ¿Por qué utilizamos expresiones ya tan gastadas? Tal vez porque guardan un conocimiento que nunca pierde su valor, tal vez porque nos da miedo enfrentarnos a nuestros propios pensamientos, reescribir de nuevo la realidad, inventar el mundo... ¿y no debería ser eso lo que deberíamos hacer? inventar nuestro propio mundo, con nuestras reglas...
Muchas veces siento que mis sentimientos son como mi mar interior, donde a veces navego plácidamente y otras debo atarme al timón e intentar que la tormenta no me arroje al arrecife...
Esto no deja de ser una metáfora... y no buena, no tan buena como las que usa Murakami... En sus libros uno aprende a disfrutar de sus metáforas... me hace recordar las vacaciones con mi familia, hace muchos años, en Almería... a veces aparcábamos el coche al lado de una higuera, y bajaba mi abuelo, mi abuela, mi padre, mi tía, mi madre... y yo. Se pasaban un buen rato disfrutando de las brevas, de los higos encontrados al azar, en una carretera perdida... así es como yo disfruto de sus metáforas... son esas brevas que me sorprenden al borde de mi camino, me deleito con su sabor, aunque no me pregunto cual es el significado de todo, el sabor de esa metáfora extraña, de ese breve encuentro con un significado sorprendente me descubre que hay una realidad diferente, que en el fondo, escondo algo que todavía no he manifestado ni siquiera a mí mismo... que tal vez Murakami pone voz a lo que yo siento o a lo que me gustaría sentir... la forma en que da color al sufrimiento, al amor... en que lo describe como un sentimiento que hay que ganarse, que no está al alcance de todo el mundo... que hay que merecerlo... me gustaría saber: ¿soy digno de ese tipo de amor?

Hace años, muchos años... un amigo me dijo que cierto tipo de amor te podía convertir en alguien con un secreto... en alguien especial... Me pregunto si toda nuestra vida no es una búsqueda de ese secreto.

¿De cuántas cosas nos vamos desprendiendo en la vida? ¿cuántas cosas perdemos?
Vuelvo a recordar ese tiempo de verano en que mi familia disfrutaba de esos higos, jugosos, oscuros, casi lascivos... y al único que soy incapaz de recordar es a mí mismo, ¿dónde estaba yo mientras ellos hacían caer los higos? ¿por qué no me senté sobre una piedra viendo gozar a mi familia de ese momento, ahora lo sé, único? Ninguno de ellos está ya conmigo... sólo mi madre... y me asalta una duda: ¿qué metáfora podría escribir Murakami sobre los seres que nos abandonan? ¿expresaría mejor que yo mis sentimientos? Es posible, que de alguna forma, ya haya descubierto el secreto del amor...

domingo, 29 de julio de 2007

Mi padre

Mi padre era mi padre... eso parece una verdad incontestable, obvia, evidente... al menos durante el tiempo que ha sido su vida. Pero al morir, ha dejado un hueco, un vacío... en un espacio que yo no sabía que ocupaba. Mi padre era mi padre, pero lo era porque había querido serlo. Lo había decidido de una forma irrevocable, no había duda en ello y precisamente por ello yo jamás había pensado que podría ser de otro modo. Hasta hoy. Hoy que ya no está. Hoy que querría decirle todo aquello que no le dije. Y no se lo dije porque mi padre hizo tan bien su trabajo como padre, que entre él y yo no había demasiado que hablar... Mi padre únicamente me hacía las preguntas esenciales: cómo estás? cómo está mi nieta? estáis bien? cuando era él quien no estaba bien... quien ya no lo estaría nunca...
Sé que estaba orgulloso de mí, de una forma que yo jamás seré capaz de sentirme orgulloso de mí mismo... tal vez porque cuando somos padres sabemos que si de algo estaremos orgullosos ya no será de nosotros mismos, sino de nuestros hijos...
Quién era mi padre? creo que no lo sé.. y ese tal vez sea mi fracaso como hijo y su éxito como padre...
O tal vez, cuando yo esté orgulloso de mi hija, de mis hijos... podré pensar que mi padre, su orgullo... estaba justificado.. y es posible que algún día ellos también se pregunten: quien era mi padre?

Mi padre

creo que voy liberando el nudo... recordando...

mi padre me compraba helados...

mi padre me llevó a ver el Barça varias veces... el día del partido de Guruceta, yo estaba allí. Nos fuimos antes de que acabara porque tenía miedo de que nos, me, pasara algo con el follón...

mi padre una vez que me metí muy adentro en la playa, vino nadando y me sacó...

mi padre me llevaba a ver películas malas de Tarzán... a mí no me parecían malas.. mi padre me llevaba siempre al cine.... una vez me llevó a ver El Exorcista... no se lo perdoné... ahora sí....

mi padre me daba dinero si sacaba buenas notas.. yo era muy vago de pequeño (ahora también...)

mi padre jugaba conmigo a tenis cuando íbamos de vacaciones, nos colábamos en una hacienda abandonada que había sido de la familia de mi abuela, y allí en la pista de tenis con la red bastante rota, jugábamos...

mi padre me prometió que me compraría una lancha neumática... y que me apuntaría a un curso de vela... y no lo cumplió, eran otros tiempos...

mi padre iba a verme jugar a baloncesto, siempre..

se va deshaciendo el nudo... cuando crecí, lo abandoné...

jueves, 31 de mayo de 2007

Verano en Almeria

Los recuerdos son lo que nos configuran como persona, lo que nos da una línea temporal y nos une a los demás... somos lo que recordamos que somos. Estos días he intentado recordar cosas de mi infancia, y no son muchos los recuerdos que consigo atrapar. Creo que las vivencias que configuran mi historia personal forman la trama de mi personalidad pero no siempre quedan encapsuladas como recuerdo, como imagen en la memoria... y no sé por qué.
Uno de esos recuerdos que he recuperado me sitúa en mi infancia, 5 o 6 años. Un verano, en un pueblo de Armería, donde íbamos a veranear todos los años. Estamos comiendo en el comedor de la casa de huéspedes o fonda, no llegaba a hotel, y no recuerdo que nunca hubiera demasiada gente alojada salvo mi familia. Estamos en el comedor, en un día caluroso, soleado... El comedor tiene dos grandes balcones por los que se inunda de sol. Yo he pedido un plato de pescado, Emperador, que no como nunca en Barcelona y que asocio íntimamente a las vacaciones... Estoy con mis abuelos, mi tía y mis padres.
Hoy han muerto muchos de ellos.. primero mi abuela, luego mi tía.. y por último mi abuelo. La muerte nos saca del territorio del presente y nos convierte en pasado y, tal vez, en un recuerdo que poco a poco se va perdiendo, difuminando...

jueves, 17 de mayo de 2007

Una estrella de cartulina (Tatiana G.)

Llegó feliz, ilusionada. Con su mochila a cuestas, con la piel tibia y sonrosada de haber dormido en el autocar. Con su mirada limpia y luminosa. Su abrazo tras dos días sin vernos, me emocionó hasta las lágrimas.. Toda la tarde estuvo hablando sin parar, contándome todo lo que había hecho y disfrutado . Al cabo de un rato, cuando deshacíamos la mochila, me enseñó el más preciado tesoro conseguido esos días. Una estrella de cartulina amarilla que conseguía que soñáramos lo que deseábamos soñar. El secreto estaba en pedírselo en voz baja antes de ir a dormir, ponerla bajo la almohada; y entonces esa noche soñábamos lo que habíamos solicitado. Su hermano, tres años mayor, y que ya no cree en los Reyes, se rió de ella. Ella casi se puso a llorar, enfadada y ofendida. Aseguró que funcionaba, que era verdad....Esa noche sentada en su cama , abrazada a su peluche favorito, bajo su mosquitera naranja, tomó la estrella y acunándola con sus manitas regordetas, susurró unas palabras muy concentrada, y la guardó bajo su almohada.... Apagamos la luz tras su cuento de dragones, y se durmió feliz. Unas horas más tarde, cuando la noche insomne me atrapó fui a verla. En la penumbra, me gustó imaginar que sonreía suavemente. Que sus sueños se estaban cumpliendo. He pensado en pedírsela una noche de éstas... Volver a tener seis años y susurrar lo que quiero soñar a un trozo de papel.. Quién sabe...

Identidad

No podía dejar de observar sus ojos, intentaba penetrar en su mirada. Llevaba un libro que leía con extremada atención. En algún momento levantaba la vista del libro y meditaba, tal vez en algún pasaje del libro, tal vez en algún recuerdo atraído por las palabras de la historia. En algún momento de mi observación me di cuenta que algo había cambiado en su mirada, había algo diferente. ¿Es posible que la lectura hubiera conjurado algo que había oculto en su interior? Al volver a levantar la vista del libro, su expresión era ligeramente distinta. Algo había cambiado en su rostro. Poco después se levantó, guardó el libro y bajó del tren un par de paradas antes de la mía.
Me quedé solo, era una hora un poco intempestiva y ya casi no quedaba nadie en el tren. Ahora me sentía más solo que antes, había asistido a una metamorfosis que no entendía, de la que no llegaba a entender completamente su significado. En ese momento pensé en mí, ¿alguien me habría sorprendido en ese momento crucial en el cual lo que ya no somos es conjurado de nuevo, vuelve a tomar posesión de nuestro cuerpo? Yo, como todo el mundo, pienso que he cambiado, que en algunas cosas soy mejor, que ya no soy el de antes... pero me pregunto si tal vez sencillamente no he hecho otra cosa que esconderme en mi interior, y que sólo una mirada ajena es capaz de descubrir mi ser oculto en esos momentos en que ya no soy yo, sólo soy quien fui.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Lluvia

Todos los edificios que aparecían ante sus ojos estaban empapados de lluvia, las grietas que recorrían las paredes estaban ennegrecidas, como las venas de un anciano.

"Kafka en la orilla" , Haruki Murakami

martes, 15 de mayo de 2007

La Tierra continúa girando sobre su eje. Y, sin ninguna relación con ello, todos nosotros vivimos dentro de un sueño.

"Kafka en la orilla", Haruki Murakami

domingo, 13 de mayo de 2007

Cuento para mi hija.

Berta estaba jugando en la orilla de la playa. A los cuatro años no hay ocupación mejor, arena, agua, un cubo y varias palas, rastrillos, moldes, etc. Estaba un poco enfadada porque sus padres no le habían dejado hacer.. umm, bueno, no se acordaba pero era algo importante eso seguro. Iba metiendo arena en su cubo, con la pala amarilla, cuando vio unas piedras de colores. Eran brillantes, luminosas, las mejores piedras que nunca había encontrado en la playa. Decidió llevárselas a casa. Irían a su colección de piedras de playa.
Una vez en casa, se dio cuenta de que eran demasiado bonitas para meterlas sin más en el bote de piedras. Se encantó. Era como ella llamaba a quedarse un rato quieta, reflexionando en algo, pensando en algo. Casi siempre que se encantaba acababa pensando en princesas, príncipes y besos de amor (que como todo el mundo sabe, al menos a los cuatro años, acaban con una lluvia de fuegos artificiales). Pero esta vez intentaba resolver un problema de verdad, que hacer con sus piedras. Al final tuvo una idea, regalar una piedra a cada una de sus amigas, serían sus piedras de la amistad. Le dio la piedra azul a su amiga Mar, la roja a su amiga Laura, y así hasta que únicamente le quedó una piedra de color rosa, su color favorito.
Esa noche, después del cuento y cuando ya habían apagado la luz sus padres, se levantó sigilosamente, cogió su piedra del estante donde la había dejado, y se acostó apretando fuertemente la piedra en su mano.
Poco antes de quedarse dormida notó que de la piedra surgía un tenue resplandor, una lucecita rosa... supo de inmediato que sus amigas pensaban en ella, al igual que Berta estaba pensando en sus amigas, y que por eso sus piedras de la amistad latían con ese suave resplandor. A los cuatro años hay muchas cosas que se saben, y esa es una de ellas, que existen las piedras de la amistad, que brillan en la frontera de nuestros sueños.
Y aquí acaba el cuento... aunque si tienes más de cuatro años, sabes que no es cierto, que este no es el final... sabes que esta niña crecerá, y que entre las muchas cosas que olvidará, una de ellas será esta y ese es el verdadero final para nosotros, el final de nuestro cuento, el final de nuestros sueños de infancia.

viernes, 11 de mayo de 2007

Poema de una amiga

Llené mis manos de deseos.
Se escurrieron leves
como arena entre los dedos.
Me creí libre un instante,
mas me equivocaba.
Siguen escondidos, pertinaces,
en el origen y en la causa
de mi respirar.

Tatiana G.

Vida I

La vida sólo ocurre en nuestro interior... todo lo que nos pasa está dentro de nosotros...

Vida II

Alguna vez, paseando por una calle concurrida me he apartado de la gente, me he sentado en un banco, a comer un helado por ejemplo, y me he dedicado a contemplar a la gente caminar aprisa, arriba y abajo, y a intentar averiguar sus afanes, sus preocupaciones: "este va a su trabajo, aquel está paseando, dos turistas, está hablando con su novio por el móvil, está preocupada...". Esos cortos pasos que me apartan de la gente y me acercan al banco, a su vez es como si me colocaran en una posición de observador, y pienso que hace un minuto yo era uno de ellos, uno más... y ahora estoy aquí sentado, por unos minutos fuera de la vida, parado, inmóvil...

Mentiras

Nos engañamos a nosotros mismos.... ¿cómo nos engañamos? ¿nos ocultamos la verdad? Tal vez hay un pequeño yo, que recorre los pasillos, los pasadizos, las estancias, las calles de mi cerebro... entra en las tiendas, se para en los parques.... miente, manipula, engaña, sufre, ama, desea... ¿y ese soy yo? ¿el yo que se engaña a sí mismo? ¿ese pequeño yo que juega dentro de mi cerebro a vivir una vida pequeña, encerrada. De vez en cuando se asoma a mis ojos y espía a través de ellos... ¿qué es lo que ve? no lo sé... ¿es él quien me cuenta dulces mentiras al oído? ¿quien sueña con extrañas vidas y me las explica como un cuento infantil?

miércoles, 9 de mayo de 2007

Deseos

"Las criaturas como nosotros no están limitadas a los deseos que les impulsan a actuar, sino que, además, poseen la capacidad reflexiva para configurar deseos con relación a sus propios deseos; es decir, con relación a lo que quieren querer y a lo que quieren no querer." - Las razones del amor - Harry G. Frankfurt.

¿Deseamos no desear lo que deseamos? ¿quién desea no desear? ¿en que lugar de nosotros mismos estamos escondidos?

lunes, 7 de mayo de 2007

Gris

Sigue lloviendo... hace rato que me he levantado. He salido rápido de entre las sabanas y mantas. Bueno, mantas no, recuerda que nos compramos un edredón nórdico, tú decías que podríamos dormir desnudos en pleno invierno, abrazados. He ido descalzo hasta la cocina, para hacerme un cacao caliente, en microondas, leche caliente, calor rápido... Las baldosas frías me recuerdan a cada instante que voy descalzo. Mis pies están fríos... seguro que tú llevas mis zapatillas...
Me he acercado de nuevo al balcón... y he apartado los visillos que compramos en Canarias.. .aquellos que tanto te gustaban y yo detestaba porque me ocultaban la visión de la calle. Los he apartado como siempre hago... y sigue lloviendo. Esta lluvia gris, tan propia de esta ciudad, de esta ciudad que amo. Bueno, no, eso no es cierto. De esta ciudad que amaba cuando tú la odiabas... odiabas el frío del invierno, odiabas sus lluvias interminables... odiabas la humedad de sus veranos, sus calles tristes... decadentes decía yo. Odiabas tanto esta ciudad que yo amaba que acabaste odiándome a mí...
Nunca pensé que un día escaparías de esta ciudad, de mí... buscando el sol, el calor, las calles alegres, el viento cálido en la cara... y otro amor. Otra vida, en otro mundo...
Sigue lloviendo. Esa lluvia gris tan propia de esta ciudad que odio. Y más que nunca en domingo. Sí, ahora veo mis zapatillas. Al lado del balcón. Donde las dejé ayer... sé que añoran tus pies, que ya no se acostumbran a mi piel, que te necesitan, ¿cómo puedo explicarles que ya no volverás?
Esta lluvia gris...

Olor


Te vi una única vez... y desde entonces mi amor silencioso se pasea por mi cuerpo, recorre mi habitación, se pasea por mi casa, se derrama por el balcón, manchando alguna vez las sábanas que cuelgan como velas al viento en mi viejo edificio... se extiende por la ciudad, se cuela en todos los rincones, en todas las casas, oficinas, mercados... cines...
Alguna vez, en el metro, cuando me atrevo a salir sin ti, observo como de repente, alguien que está leyendo un libro o absorto en la nada... alza los ojos, mira a un lado, a otro y dilatando levemente los orificios de su nariz… Olisquea el aire, y yo lo sé... es mi amor derramado el que llega a su nariz… es el olor penetrante de mi amor.

Swimmer


No siempre había sido así... recuerdo otros veranos en que me acercaba al agua, al borde de la piscina, y no sentía nada. Quiero decir que sentía lo normal. Ganas de bañarme. O pereza al pensar en el ritual de cada baño, un rato de natación... salir del agua, secarme, comentar el estado del agua con ella..
Pero esta vez fue distinto... estaba allí parado, con las gafas de natación colgadas del cuello, sin decidirme a ponérmelas. Las voces del resto de bañistas me llegaban atenuadas... como si hubiera tapado mis oídos con tapones de baño.. Ni siquiera los veía, Mi mirada se perdía en el azul del agua, miraba los dibujos de los pequeños azulejos del fondo, gresite creo que le llaman... gresite, me gustaba esa palabra. Me recordaba más a un vino aromático griego que a un tipo de azulejo...
No podía lanzarme de forma alegre, inconsciente, a la piscina. La tristeza paralizaba mi cuerpo. Un sentimiento de profunda tristeza, sin origen, sin principio ni fin... sin explicación. O tal vez en esto me equivoque, tal vez sí tendría explicación. Si hubieras estado conmigo, como los años anteriores, tal vez tú me hubieras podido explicar lo inexplicable... como hacías siempre que no entendía algo... tantas veces...

viernes, 4 de mayo de 2007

Lluvia I

Llueve, llueve como nunca ha llovido en mi lejana tierra, con esa lluvia triste, aterradora, con lágrimas grises que caen sobre un pavimento gris... pero nada es para siempre... y la lluvia cesa, el cielo se cierra y deja de mirarnos a los ojos...
La ciudad desprende una vaharada de vapor, como un animal sudoroso tras la carrera, o tal vez el vapor que desprende el sudor pegajoso del miedo, miedo a desaparecer como la lluvia, de forma repentina, no ser nunca más, nuestra vida como ese charco que poco a poco se deshidrata y muere, fugaz vida la del charco,
¿Y yo? yo no soy, nunca fui, nunca seré... pero también huyo, corro por las calles, los callejones, me pierdo en el interior de esa ciudad húmeda, tierna y horrible, moribunda, con tantas muertes asíncronas, muerte de la piedra, del agua, mi muerte, la muerte de alguien que no es, no fue, no será..
Y la luz, la luz filtrándose, rompiéndose a través del rosetón post-conciliar de esta iglesia, de esta iglesia donde encuentro a faltar las barbas, las cruces colgadas del cuello, las guitarras cantando a ese Dios progre, a ese Dios infantil, Dios de todos somos hermanos y dejad que los niños se acerquen a mí..., la luz acariciando oblicuamente el féretro, oscuro, extrañamente pequeño, absurdamente pequeño, ataúd de niño para un adulto cansado, acabado, muerto...
Los rostros observan, ojos que observan y ojos que no ven, porque ya nada hay que ver para ellos, nunca más
Y yo, que no soy, no fui y no seré...

jueves, 3 de mayo de 2007

Lluvia II

Esta tarde llovía... al salir del trabajo me he mojado, he visto a la gente correr (y no estabas tú?). La lluvia es como... como la lluvia. Cuando llueve todo se vuelve gris, el horizonte se vuelve gris... mirar a través de la lluvia es como mirar algo a través de papel celofán, a través de unos cristales sucios. Los objetos se difuminan, se esconden dentro de la lluvia, son menos objetos y necesitan más de nuestra imaginación para darles entidad, para volver a etiquetar nuestra realidad.
En la lluvia estamos más solos, más desamparados.
"Todos estos momentos se perderán como lágrimas en la lluvia" (Blade Runner)

Angel


La conocí una fría tarde de invierno, se llamaba Uriel. Era un ángel. No era evidente su naturaleza, no resultaba perceptible para el resto de la gente, pero yo sí lo aprecié. La vi. nada más entrar al parque, estaba allí, en sus harapos, fea y sucia, pero yo lo sabía, era mi ángel... ¿por qué lo supe sin dudarlo? para mí es difícil expresarlo con palabras, ya sabes que no tengo facilidad, pero lo intentaré. Al acercarme noté su aliento de fuego, sus alas (por supuesto que las tenía) aleteaban suavemente, creando una ligera turbulencia en el aire que la rodeaba. Eso alejaba sutilmente al resto de personas que paseaban por el parque a esa hora, no eran muchos, ya te he dicho que era una tarde fría, pero la miraban con suspicacia, con desconfianza, y mantenían un espacio vacío a su alrededor. Sí, claro que le hablé, ¿pero qué podía decirme, era un ángel? A los ángeles no se les oye, se les siente ¿recuerdas aquella noche en tu casa, cuando me estuviste explicando tu encuentro con un serafín, en tu viaje a Cuenca? ¡Cómo me reí aquella vez!
Pero ahora ya no me río, ¿se puede enamorar alguien de un ángel? claro, ya lo sabes, y yo lo hice. Sé que te extraño encontrarme aquella primera vez en el parque, rodeado de mis cartones, sé que antes nunca habría bebido aquel vino de tetrabrick, me habría dado asco comer restos de la basura... pero ¡no puedo irme del parque! ¿No lo entiendes? tú deberías entenderlo... puede que ella vuelva... pero, hace tanto frío...

Nati


... estaba encerrado en su caja de muerto, su blanco cajón para su negra piel...
sus muertos ojos ya no me miraban, ya no me observarían nunca más en el baño, ya no me seguirían en mis paseos por la pequeña cocina, mientras sus ahora muertas manos, entonces vivas pero ancianas, cogían aquella taza, su taza... sus muertas manos... ¿cuándo dejaron de acariciarme? ¿cuándo dejaron de recorrer mi cuerpo, cuerpo que cada vez es menos mío y más de la muerte que ahora se lo lleva a él?
su cuerpo inmóvil, sus manos quietas, sus ojos ciegos, sus órganos inútiles...
Pero vosotros que estáis ante mí, que sí me miráis, con esa mirada triste, compasiva, con el llanto fingido, vosotros no sabéis nada... nada...
Porque me gustaría decir que yo lo maté, que fui yo.
Cuando sus manos me abandonaron, cuando su cuerpo dejó de ser mío, su pensamiento se alejaba, la enfermedad lo carcomía, pudriéndolo a mi lado, yo lo mataba día a día...
Deseaba matarlo, deseaba dejarlo morir, deseaba... ¿qué deseaba? deseaba volverlo a amar...
Por eso lo maté, día a día, minuto a minuto... porque quería amarlo de nuevo
Una vez se lo dije... 'Por tu amor sería capaz de matar....'