domingo, 18 de octubre de 2009

Soledad (I)


Hubo un tiempo para ti y para mi. En algún lugar de mi pasado, en algún momento de mi vida, estábamos los dos. Había más gente, estábamos rodeados, llenos de nosotros mismos. Pero ahora, mirando a mi alrededor no veo más que soledad. Hoy no es como ayer...

En el vacío de los días la bruma de la soledad impregna mi piel, como una fina lluvia que al final va calando hasta los huesos, que enfría mi piel de un modo que ya jamás podré desprenderme de esa sensación... soledad húmeda, brumosa, pegajosa... inevitable. Pero aún así sigo rodeado de gente, de amigos, de personas que le hablan a quién creen que soy, a aquel que un día se desprendió de si mismo como si fuera un vestido sucio, gastado, inútil ya...

martes, 13 de octubre de 2009

Barquito de papel


Del papel nació y de tu mano creció...
esa mano que dobla, arruga, sigue su memoria y sus reglas,
esa mano que un día o una noche en mi espalda dibuja un mapa, una ruta,
un camino... una caricia esbozada con un susurro ardiente,
una palabra que yo adivino y tú no has pronunciado,
que sólo conoces cuando yo la repito en mi boca cerrada, en mis labios pegados a ti,
a tu mano que ya no acaricia,
que es como un amante indolente recostado
sobre su cama de saliva, apoyada sobre un beso,
en dulce equilibrio entre la vida y la muerte,
entre el amor y el olvido.





Poema de Kavafis


Vuelve muchas veces y tómame,
sensación amada, vuelve y tómame
cuando se despierta la memoria del cuerpo
y un viejo deseo cruza de nuevo por la sangre;
cuando los labios y la piel recuerdan
y sienten las manos como si volvieran a tocar.
Vuelve muchas veces y tómame en la noche,
cuando los labios y la piel recuerdan.

Extraños


Las mismas viejas calles de siempre, llenas de extranjeros, de extraños. La ciudad cambia, ellos cambian. Siento mi pertenencia y su desarraigo, su extrañeza. Los siento ajenos y diferentes. Y en ese momento la mirada de un niño me descubre mi propia extrañeza, nosotros somos los diferentes, los ajenos. Pero también descubro el amor, el cariño en esa corriente que va de uno a otro, en esa curiosidad por todo y por nada. Y en ese momento nos reconocemos iguales, ya no hay diferencias, en esas miradas somos iguales y estamos compartiendo la misma calurosa noche de verano en un tiempo extraño.

Papel



Sus ojos tristes eran más tristes que sus palabras tristes.
Pegada a esa puerta que nunca se abría veía pasar muchos otros ojos tristes...
miradas pegadas al suelo, a las baldosas, a la pared, miradas enganchadas a sí mismas
escupiendo palabras amargas llenas de reproches: "no debí", "no pude", "no quise" "no supe"
La ciudad está llena de ojos tristes, de palabras vacías, de caricias ociosas...
Sólo alguna vez, algún borracho se apoya sobre esa puerta que nunca se abre y con dedos temblorosos
acaricia sus tristes ojos de papel triste... y sólo en ese momento, el amor aletea en sus mejillas de viejo, desconchado papel...

miércoles, 7 de octubre de 2009

Antonio Damasio, "En busca de Spinoza"


Tristeza, una forma de gritar en busca de alivio y apoyo con pocas lágrimas. Aun así, la tristeza puede ser protectora en las circunstancias adecuadas, por ejemplo cuando nos ayuda a adaptarnos a pérdidas personales. Sin embargo, a la larga, es acumulativamente perniciosa y puede producir cáncer, en este caso del alma.