El hombre que la observa no entiende su cordialidad, su sonrisa, no concuerda con la única lágrima que se le ha escapado al leer el mensaje, ese mensaje que le ha decidido a no esperar más, a marcharse. El hombre también paga su consumición. También rechaza, cordialmente, la proposición del camarero de tomar un segundo vermut. El hombre se marcha, resuelto, decidido a la calle. En la calle llueve, una lluvia escasa que no hace necesario o al menos imprescindible el uso de un paraguas. El hombre piensa en la mujer joven del bar. Recuerda su lágrima y al final se pregunta si esa única lágrima no habría sido producto de su imaginación. Sigue caminando. Sin darse cuenta del gesto seca una única lágrima que escapa de su ojo izquierdo. De nuevo sus pasos se pierden sobre suelo de colores mojados.
miércoles, 13 de enero de 2010
...pasos perdidos sobre suelo de colores mojados...
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