sábado, 29 de mayo de 2010

Basura


El destino... no existe, pero no podemos escapar de él. Cualquier acto, cualquier gesto nos empuja hacia nuestro destino, que es aquello que es. Como dijo alguien, lo que es, es y no podría ser de otra manera. Desde el principio, desde niño ansiaba la soledad, el rincón oscuro, el espacio oculto donde mi niñez abandonaba lentamente mi cuerpo, donde sin darme cuenta se formaba, poco a poco, el hombre que sería dentro de un tiempo, después del tránsito de la adolescencia, del niño-hombre...
Ese espacio dónde se recrea la rebeldía del niño, la ignorancia ilustrada del adolescente, la nostalgia del adulto. La vida siempre puede con nosotros, pero eso son cosas de viejos. El niño, yo... en ese mundo dormido, no paraba de fantasear, de recrear cuentos, de imaginar un Simbad en el cuerpo de mi padre, una Sherezade o una Amazona en el cuerpo de mi madre, o sobre todo, a mí, siempre niño pero sobre todo el adulto inventado...
Ya hace tiempo de eso, y por fin, la vida puede conmigo... pero únicamente a ratos, porque otras veces, vuelvo a mi rincón, a mi mundo oculto y vuelvo a ser ese niño que fui, que quise abandonar como una camiseta sucia, pero que sigue en mí. Ese niño soy yo... a veces.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Queremos que la infancia sea toda alegría y placer...Creemos q es un tiempo perdido de infinita felicidad, Casi todos la añoramos...Pero creo q nuestra memoria es selectiva...Olvidamos los grandes disgustos de ese tiempo. Los huracanes interiores que nos mueven, q nos aturden, las decepciones, el dolor de las pérdidas a parecen irreparables. El no saber q el futuro existe, q está ahí. La falta de paciencia, el ansia de la inmediatez...Las injusticias de los adultos con sus exigencias constantes....
Es duro ser niño. Suerte q nos blindamos con una imaginación apabullante, con la sorpresa de las cosas nuevas, de las primeras veces, de la emoción de crecer, con la alegría inmensa del juego puro.