viernes, 31 de diciembre de 2010

El esperado fin de las cosase



El esperado fin de las cosas no llega a nosotros tal como lo esperamos, sino más bien como una sensación ambigua, a veces agradable, no más que un cosquilleo, otras... otras no sé, es como la sensación del recuerdo de un dolor lejano, una herida curada pero que su huella nunca se borró.

Sí, así es como imagino el esperado fin de las cosas. Sólo una pequeña vibración, una mancha borrosa entre el ayer y el mañana, tiempos imaginados e inexistentes pero sobre los que edificamos nuestra existencia más allá de un presente del que poco o nada nos ocupamos. Necesitamos creer, en eso se basa todo, en la búsqueda de la fe sin importar en qué, sólo de la fe... pero no encontramos su rastro, no encontramos en nosotros nada que nos recuerde que un día, en un lugar y un momento determinados, el esperado fin de las cosas no era más que un horizonte lejano...

lunes, 4 de octubre de 2010

Rincones


Escapando de la sombra, siempre apresurado, siempre en perpetua ausencia, volcado por siempre en lo no vivido, en lo aún por inventar.
En ocasiones mi mirada se pasea certera por la frontera de su cuerpo en un intento arduo de poseerla, de conocer más allá de mi propia capacidad de discernir un único pensamiento suyo, un sentimiento vago o, tal vez, adivinar una sola palabra antes de que la pronuncie. Pero después de un tiempo la fiel rutina me rescata de nuevo y todo cae en el profundo olvido., suave y necesario barriéndome con la brisa oscura de un tiempo que ya no será y que nunca fue.



domingo, 13 de junio de 2010

Mantra del desasosiego

Aléjate de mí, fiero animal de la ira.
Rechazo el odio, la rabia... rechazo la negra sombra que cae sobre mis ojos.
Cierro mi mente ante tu poder, y escucho el susurrante rumor del viento en las hojas de un árbol soñado.
Navego en ciénagas podridas, pero mi deseo no está en ti...
Las lágrimas añoran lo que ya no es, lo que no fue, lo que un día quisimos.
En el principio está la huella del fin.
Aléjate de mí, vengativo animal de la ira.
Nunca tu odio podrá conmigo.
Tal vez solo, tal vez triste escucharé ese rumor del viento en las hojas de un árbol inventado.
Ven a mí, mantra del amor deseado.
Sentiré el orgullo de ser hombre, el orgullo de haberme equivocado.
Sentiré el amor que nunca extinguiré.
De mí ha nacido la vida, de nosotros nació la esperanza y de ellos, únicamente de ellos es la alegría.
Ven a mí, dulce sueño del amor soñado.


Instantes


Instantes detenidos en el tiempo, el polvo flota en el aire y el sol hace brillar cada mota como escamas de un reptil invisible. El domingo se detiene, absorbe todos los deseos, todos los matices de tu mirada.
Ayer dejé olvidada una caricia sobre tu piel. El rocío de la mañana se filtra a través de tu ventana abierta. No duermo, no finjo... no existo salvo en tu memoria. Y tu memoria se cansa de mi recuerdo, de mi vida inventada. Algunas veces la vida se parece a una tormenta lejana que sabes que acabará por llegar... llegará el frío, llegará la lluvia, pero ahora, en este momento, sólo los truenos tienen sentido para ti, sólo el ruido, nada más. Pero la tormenta llegará, y barrerá la ciudad y limpiará tu alma del sabor de mis besos.

Juguetes rotos


El tiempo se desnuda con el sonido de una cortina rasgada por un cuchillo afilado. Los días transcurren con astronómica indiferencia. Las distancias han perdido su magia. El camino se ha acabado, ya no hay más ficciones.
Toda derrota nace de una ilusión, de un sueño, de ese cuento que nos explicamos quedamente, al oído cuando todo está impregnado en sombras, cuando todo se inunda de oscuridad...
El dolor de las canciones susurrantes me persigue... susurros, susurros... un lamento profundo, nacido de la pena más primigenia, del origen de los tiempos, del amor incomprendido. Biblias quemadas, viejas creencias marchitas.

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sábado, 29 de mayo de 2010

Basura


El destino... no existe, pero no podemos escapar de él. Cualquier acto, cualquier gesto nos empuja hacia nuestro destino, que es aquello que es. Como dijo alguien, lo que es, es y no podría ser de otra manera. Desde el principio, desde niño ansiaba la soledad, el rincón oscuro, el espacio oculto donde mi niñez abandonaba lentamente mi cuerpo, donde sin darme cuenta se formaba, poco a poco, el hombre que sería dentro de un tiempo, después del tránsito de la adolescencia, del niño-hombre...
Ese espacio dónde se recrea la rebeldía del niño, la ignorancia ilustrada del adolescente, la nostalgia del adulto. La vida siempre puede con nosotros, pero eso son cosas de viejos. El niño, yo... en ese mundo dormido, no paraba de fantasear, de recrear cuentos, de imaginar un Simbad en el cuerpo de mi padre, una Sherezade o una Amazona en el cuerpo de mi madre, o sobre todo, a mí, siempre niño pero sobre todo el adulto inventado...
Ya hace tiempo de eso, y por fin, la vida puede conmigo... pero únicamente a ratos, porque otras veces, vuelvo a mi rincón, a mi mundo oculto y vuelvo a ser ese niño que fui, que quise abandonar como una camiseta sucia, pero que sigue en mí. Ese niño soy yo... a veces.

domingo, 2 de mayo de 2010

Miradas



su rostro parecía estar a punto de esbozar una sonrisa, pero en ningún momento su expresión cambio, y esa sonrisa que imaginé en su boca nunca llegó a aparecer del todo
la sonrisa no era más que una mueca de dolor, pero un dolor sordo, oculto... sólo su mirada desnuda el gesto de esa antigua herida

La tarde lluviosa, cielo gris. Los días no se deciden a abandonar totalmente al invierno. Y el tiempo, siempre el tiempo nos lleva, apresurados, hacia un futuro que a fuerza de vivirlo se agota, se deshilacha enganchado en cada esquina de nuestras vidas.
Una vez me perdí, sin saber, sin escuchar... sin ser. Pero tú, siempre tú, me cogiste de la mano y me miraste a los ojos, con esa mirada azul, siempre azul pero que no es azul... ¿por qué para mí tus ojos grises siempre serán azule? ¿por qué siempre deseo perderme en tu mirada?
Y así, sin ser quien quiero ser, en ti encuentro el abrazo que me devuelve al amor.

Lluvia fina sobre mi ciudad oculta.
Cansancio desnudo.
Besos crueles, tardíos, boreales...
Tristeza humilde de pequeñas decepciones, mundanas, repetidas, de firmeza incansable

domingo, 24 de enero de 2010

Una fina lluvia...

desganada, triste cae sobre este domingo que se acaba. El autobus los lleva a casa, los acerca a su gato, su perro o sencillamente su soledad de siempre. Tal vez sus nietos no pudieran estar hoy con ellos, tal vez no tengan familia, no lo sé, sólo los veo un instante a través de la ventana del autobus, no más, el semáforo se pone de nuevo en verde y ellos se van... nadie los espera, nadie los ha acompañado. O tal vez sí, a veces creemos que esta estrecha ventana a través de la que vemos la vida nos muestra toda la realidad, nos muestra cómo son las cosas... y no, no es así, no hacemos más que inventar, fantasear, imaginar vidas que no existen, vidas en las que nosotros, en algún momento, podríamos haber acabado. No es más que eso, esa estrecha ventana de fantasía.

miércoles, 13 de enero de 2010

...pasos perdidos sobre suelo de colores mojados...

Una cerveza y un vermut. La barra de un bar. La cerveza delante de una mujer joven, ante el vermut un hombre entrado en años, no viejo pero ya en esa estación de tránsito en que se es demasiado mayor para ser joven. No comparten miradas. Ella espera tal vez. Él la mira, la observa atentamente cuando levanta la vista de los dos libros que acaba de comprar poco antes de entrar en el bar. Está inquieta, nerviosa. O tal vez la inquietud habita en la mirada del hombre y no en su actitud. Empieza a rebuscar en su bolso y saca un teléfono móvil. Lee atentamente un mensaje. Se le escapa una lágrima, sólo una. Guarda el teléfono. El camarero le pregunta si quiere otra cerveza, ya ha acabado la que tenía ante sí. Ella, cordialmente, con una amplia sonrisa, le dice que no. Paga su consumición y se marcha, resuelta, decidida.
El hombre que la observa no entiende su cordialidad, su sonrisa, no concuerda con la única lágrima que se le ha escapado al leer el mensaje, ese mensaje que le ha decidido a no esperar más, a marcharse. El hombre también paga su consumición. También rechaza, cordialmente, la proposición del camarero de tomar un segundo vermut. El hombre se marcha, resuelto, decidido a la calle. En la calle llueve, una lluvia escasa que no hace necesario o al menos imprescindible el uso de un paraguas. El hombre piensa en la mujer joven del bar. Recuerda su lágrima y al final se pregunta si esa única lágrima no habría sido producto de su imaginación. Sigue caminando. Sin darse cuenta del gesto seca una única lágrima que escapa de su ojo izquierdo. De nuevo sus pasos se pierden sobre suelo de colores mojados.

sábado, 9 de enero de 2010

"Todo está iluminado, Jonathan Foer"

Etiquetamos, almacenamos nuestros recuerdos en bolsitas de plástico que clavamos en la pared, como mariposas pinchadas con un alfiler en una colección infantil. Creemos que eso nos hará seguir siendo quienes somos, que nos vinculará a nuestro pasado, a lo que fuimos. Y a veces, al mirar de nuevo nuestra colección de vivencias, la luz nos ciega, la fugacidad nos abruma.
Yo no quiero ser un recuerdo guardado en una bolsita, clavado en una pared cualquiera o metido en una caja de cartón... tal vez incluso para llevar...

Carta de Ajuste

Todo acaba... por fin hemos cerrado las navidades este año. Ya podemos volver a nuestra infelicidad habitual, a ser los de siempre, a fingir, pero como cada día, sin esfuerzos añadidos, sin excesos... La persiana ha bajado, las luces, las guirnaldas cuelgan como trofeos de una batalla que nunca quisimos ganar.