jueves, 3 de mayo de 2007

Angel


La conocí una fría tarde de invierno, se llamaba Uriel. Era un ángel. No era evidente su naturaleza, no resultaba perceptible para el resto de la gente, pero yo sí lo aprecié. La vi. nada más entrar al parque, estaba allí, en sus harapos, fea y sucia, pero yo lo sabía, era mi ángel... ¿por qué lo supe sin dudarlo? para mí es difícil expresarlo con palabras, ya sabes que no tengo facilidad, pero lo intentaré. Al acercarme noté su aliento de fuego, sus alas (por supuesto que las tenía) aleteaban suavemente, creando una ligera turbulencia en el aire que la rodeaba. Eso alejaba sutilmente al resto de personas que paseaban por el parque a esa hora, no eran muchos, ya te he dicho que era una tarde fría, pero la miraban con suspicacia, con desconfianza, y mantenían un espacio vacío a su alrededor. Sí, claro que le hablé, ¿pero qué podía decirme, era un ángel? A los ángeles no se les oye, se les siente ¿recuerdas aquella noche en tu casa, cuando me estuviste explicando tu encuentro con un serafín, en tu viaje a Cuenca? ¡Cómo me reí aquella vez!
Pero ahora ya no me río, ¿se puede enamorar alguien de un ángel? claro, ya lo sabes, y yo lo hice. Sé que te extraño encontrarme aquella primera vez en el parque, rodeado de mis cartones, sé que antes nunca habría bebido aquel vino de tetrabrick, me habría dado asco comer restos de la basura... pero ¡no puedo irme del parque! ¿No lo entiendes? tú deberías entenderlo... puede que ella vuelva... pero, hace tanto frío...

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