domingo, 13 de mayo de 2007

Cuento para mi hija.

Berta estaba jugando en la orilla de la playa. A los cuatro años no hay ocupación mejor, arena, agua, un cubo y varias palas, rastrillos, moldes, etc. Estaba un poco enfadada porque sus padres no le habían dejado hacer.. umm, bueno, no se acordaba pero era algo importante eso seguro. Iba metiendo arena en su cubo, con la pala amarilla, cuando vio unas piedras de colores. Eran brillantes, luminosas, las mejores piedras que nunca había encontrado en la playa. Decidió llevárselas a casa. Irían a su colección de piedras de playa.
Una vez en casa, se dio cuenta de que eran demasiado bonitas para meterlas sin más en el bote de piedras. Se encantó. Era como ella llamaba a quedarse un rato quieta, reflexionando en algo, pensando en algo. Casi siempre que se encantaba acababa pensando en princesas, príncipes y besos de amor (que como todo el mundo sabe, al menos a los cuatro años, acaban con una lluvia de fuegos artificiales). Pero esta vez intentaba resolver un problema de verdad, que hacer con sus piedras. Al final tuvo una idea, regalar una piedra a cada una de sus amigas, serían sus piedras de la amistad. Le dio la piedra azul a su amiga Mar, la roja a su amiga Laura, y así hasta que únicamente le quedó una piedra de color rosa, su color favorito.
Esa noche, después del cuento y cuando ya habían apagado la luz sus padres, se levantó sigilosamente, cogió su piedra del estante donde la había dejado, y se acostó apretando fuertemente la piedra en su mano.
Poco antes de quedarse dormida notó que de la piedra surgía un tenue resplandor, una lucecita rosa... supo de inmediato que sus amigas pensaban en ella, al igual que Berta estaba pensando en sus amigas, y que por eso sus piedras de la amistad latían con ese suave resplandor. A los cuatro años hay muchas cosas que se saben, y esa es una de ellas, que existen las piedras de la amistad, que brillan en la frontera de nuestros sueños.
Y aquí acaba el cuento... aunque si tienes más de cuatro años, sabes que no es cierto, que este no es el final... sabes que esta niña crecerá, y que entre las muchas cosas que olvidará, una de ellas será esta y ese es el verdadero final para nosotros, el final de nuestro cuento, el final de nuestros sueños de infancia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Llegó feliz, ilusionada. Con su mochila a cuestas, con la piel tibia y sonrosada de haber dormido en el autocar. Con su mirada limpia y luminosa. Su abrazo tras dos días sin vernos, me emocionó hasta las lágrimas.. Toda la tarde estuvo hablando sin parar, contándome todo lo que había hecho y disfrutado . Al cabo de un rato, cuando deshacíamos la mochila, me enseñó el más preciado tesoro conseguido esos días. Una estrella de cartulina amarilla que conseguía que soñáramos lo que deseábamos soñar. El secreto estaba en pedírselo en voz baja antes de ir a dormir, ponerla bajo la almohada; y entonces esa noche soñábamos lo que habíamos solicitado. Su hermano, tres años mayor, y que ya no cree en los Reyes, se rió de ella. Ella casi se puso a llorar, enfadada y ofendida. Aseguró que funcionaba, que era verdad....


Esa noche sentada en su cama , abrazada a su peluche favorito, bajo su mosquitera naranja, tomó la estrella y acunándola con sus manitas regordetas, susurró unas palabras muy concentrada, y la guardó bajo su almohada....Apagamos la luz tras su cuento de dragones, y se durmió feliz .


Unas horas más tarde, cuando la noche insomne me atrapó fui a verla. En la penumbra, me gustó imaginar que sonreía suavemente. Que sus sueños se estaban cumpliendo.


He pensado en pedírsela una noche de éstas...Volver a tener seis años y susurrar lo que quiero soñar a un trozo de papel..
Quién sabe...